–Las discusiones sobre autoridad y economía –comenté en son de broma– se acabarán cuando el “sexo débil” deje de ponerse al tú por tú con el “fuerte”.
Dhamar giró por completo para mirarme frunciendo el ceño. Yo sonreía artificialmente enseñándole la dentadura como un mico.
–Los hombres son más débiles –se defendió–. Exageran sus dolencias, se cansan más rápido con las tareas cotidianas y no soportarían el trauma de un parto. Desde el nacimiento se ve: los bebés masculinos enferman y mueren en mucho mayor porcentaje que los femeninos; las niñas, desde la primaria, son más suspicaces, rápidas, ordenadas y creativas que los niños.
–Pero de mayores, ¿qué tal? –pregunté–, los varones…
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