Dios si, Iglesia no

Antes de anoche despedimos el 2010, como siempre, en la casa donde vivían mis abuelos. Fue una linda reunión, donde pude conversar con tíos y primos a los que no veía hace tiempo.

A veces en nuestras reuniones familiares se habla de religión, política, y en menor medida, de fútbol. Todos los temas que Don Luis siempre evita en sus cuentos. Todos discuten y dan sus puntos de vista. Hay mucha pasión, aunque también respeto.

En esa noche uno de los presentes dijo algo así como “Yo le creo al de arriba”, señalando el cielo, “pero no a los curas”. No es una opinión para nada nueva, pero igual me dejó pensando un poco.

Es entendible. Las personas se equivocan y, para alguien que cree en Dios, puede resultar un poco difícil aceptar la palabra de una de ellas como la voluntad de “el de arriba”. Y más todavía cuando conocemos casos de sacerdotes que no siguen lo que la institución a la que pertenecen enseña, o incluso y más grave, que llegan a cometer crímenes. Entonces la conclusión práctica es que “el de arriba” no tiene intermediarios, y nosotros debemos comunicarnos con él directamente.

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Supuestos tempranos

Hace bastante tiempo ya que terminé de leer “La abolición del hombre”, de C. S. Lewis. Esta es la descripción de la obra:

En La abolición del hombre, la dotada pluma de C. S. Lewis se explaya acerca de los absurdos filosóficos de la primera modernidad y los peligros de la deshumanización en un área particularmente sensible: la educación de nuestros hijos.

Hoy releí el primer capítulo, y me encontré con pensamientos muy interesantes del autor. Todo parte del análisis que hace de un libro y de sus autores. Como oculta sus nombres, llama a estos señores Gayo y Tito, y a la obra analizada El libro verde.

Y es interesante porque analiza cómo este libro, que está destinado a escolares, a “niños y niñas que cursan sus últimos años de escuela”, tiene un profundo contenido filosófico, y no solo gramatical como sugeriría a quien los comprase, los padres del chico o el director del colegio, lo cual resultaría injusto para ellos. Es como si el chico volviera del dentista con los dientes intactos y la cabeza llena de ideas sobre política. Y como se trata de chicos, es decir, de personas sin un pensamiento crítico, Lewis señala la poca atención que le prestamos a los textos escolares.

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El Corazón habla al corazón

Si nos detenemos un momento a pensar en lo que hicimos en los últimos días, en la última semana, es fácil percatarse de lo acelerado que es nuestro estilo de vida. A veces no nos hacemos tiempo para la reflexión, para pensar a dónde estamos yendo, qué es lo que realmente perseguimos en nuestra vida, qué tipo de persona queremos ser, si lo que hacemos nos llena realmente.

Tenemos muchas metas y objetivos, algunas muy nobles y buenas. Queremos ser grandes profesionales, ser excelentes en el trabajo que hacemos y amamos, ganar dinero, amar a nuestra esposa/esposo, compartir una vida junto a su lado, formar una familia, y tantas cosas más. Y todo esto es muy bueno y hermoso. Pero creo que hay algo mucho más grande y bello como para perderlo de vista.

Cuando estudiamos, trabajamos, pasamos el rato con nuestra pareja, educamos a los chicos, no debemos perder de vista que eso forma parte de un horizonte mayor.

Hoy el Papa Bendicto XVI beatificó al Cardenal John Henry Newman. Y en esta visita a Reino Unido, el Papa ha dicho varias cosas al respecto de lo que venimos hablando. Cuando se dirigió a los alumnos de las escuelas católicas los invitó a ser santos. Y alcanzar la santidad es una respuesta personal a un Dios que nos ama “con una profundidad e intensidad que difícilmente podremos llegar a comprender”, pero que además “nos invita a responder a su amor”.

Y quizá así se pueda definir a un santo. A alguien que ha respondido generosamente a un Amor tan grande, o como dice Lewis, al Amor Mismo.

Quizá hoy domingo, día en el que tenemos un respiro de todas nuestras tareas y trabajos, sea bueno pensar en esto. ¿Quiénes queremos ser? ¿A dónde estamos yendo en nuestra vida? ¿Cuáles son nuestros más altos ideales? ¿A dónde nos están llevando? Y quizá las siguientes palabras nos ayuden a profundizarlo un poco más.

Cuando os invito a ser santos, os pido que no os conforméis con ser de segunda fila. Os pido que no persigáis una meta limitada y que ignoréis las demás. Tener dinero posibilita ser generoso y hacer el bien en el mundo, pero, por sí mismo, no es suficiente para haceros felices. Estar altamente cualificado en determinada actividad o profesión es bueno, pero esto no os llenará de satisfacción a menos que aspiremos a algo más grande aún. Llegar a la fama, no nos hace felices. La felicidad es algo que todos quieren, pero una de las mayores tragedias de este mundo es que muchísima gente jamás la encuentra, porque la busca en los lugares equivocados. La clave para esto es muy sencilla: la verdadera felicidad se encuentra en Dios. Necesitamos tener el valor de poner nuestras esperanzas más profundas solamente en Dios, no en el dinero, la carrera, el éxito mundano o en nuestras relaciones personales, sino en Dios. Sólo él puede satisfacer las necesidades más profundas de nuestro corazón.

Una decisión

El otro día me encontré, como nos tiene acostumbrados Anibal Cuevas, con un excelente post sobre el matrimonio, que me pareció una muy buena idea compartirlo con ustedes.

A veces encontramos en las parejas ésta concepción de lo que es el amor: “te amo porque así lo siento”. Según esta definición el amor es un sentimiento. El problema con esta concepción es que los sentimientos son impredecibles: hoy sentimos algo, pero mañana quizá no. Los sentimientos quizá sean lo más inestable que tiene el hombre. Por lo tanto si el amor es un sentimiento, y si mi pareja dice que me ama, es porque ahora lo siente así, pero mañana o pasado los sentimientos se irán. En algún momento el o ella me faltará el respeto, me ofenderá, me decepcionará… y no hay forma de mantener los sentimientos en alto en esas situaciones. Entonces ¿qué pasó con el amor?

Por supuesto que en las parejas donde “el amor es un sentimiento” las cosas no son tan caóticas. Pero sí bastante confusas. A veces no se entiende por qué uno está con el otro, después uno está totalmente convencido, y otra vez desanimado, y así. Esto pasa cuando son los sentimientos los que dirigen.

Por supuesto que la parte sentimental es muy importante en el amor, pero esto es distinto a decir que el amor es un sentimiento. En realidad, el amor es una decisión. En vez de decir “te amo porque así lo siento”, digo “te amo porque después de conocerte en todo este tiempo que pasamos juntos, he tomado la decisión de amarte”. En este último caso, si la decisión es firme y fundamentada, una decepción u ofensa del otro no hace caer al amor, porque éste no depende de un sentimiento, es una decisión mía. Yo quiero amarte. Yo lo decido.

Estas son las palabras finales de Cuevas en el post citado:

[…] sin duda los sentimientos deben ocupar su lugar en el amor, pero nunca deben ser guía de decisiones. No debemos permitir que sea el corazón quien nos guíe, debemos ser nosotros quienes le guiemos a él.

Amar significa comprometerse a diario, no sólo cuando el sentimiento acompaña. Significa determinarse en mantener el compromiso, poner los medios para que lo que yo pueda hacer no falte. El amor no es sólo cuestión de sentimientos sino de decisión.

El Matrimonio

Recién terminamos la reunión de comunidad en mi departamento. Hablamos sobre los distintos estados de vida que hay en la Iglesia, ya que nos tocó realizar el 3er encuentro del Proyecto Vocacional 2009, que tenía como título ¿Dónde hacemos concreta nuestra entrega?

Esos tres estados de vida son el Matrimonio, el Sacerdocio y la Vida Consagrada. Me encantó el texto que hablaba sobre el sacramento del Matrimonio, y quería compartirlo con ustedes. Ahí va.

Y así resulta que tú eres para mí el sacramento, la posibilidad de encuentro con el amor de Dios, y yo lo soy para ti. Es Él quien en mí te ama, te comprende, te perdona… Y nunca soy más yo, más plenamente yo, que cuando es Él quien con mi vida, mis manos, mis labios y mi corazón se acerca a ti.

Y no termina aquí la realidad de este sacramento. Tú y yo, marido y mujer, somos sacramento para nuestros hijos. El primer “lugar” desde el que nuestro buen Dios se les va a acercar, les va a llamar, bendecir, proteger, hacer libres…

Y aún más: nuestro hogar, esta “primera” Iglesia, deberá ser para cuantos allí lleguen, posibilidad de encuentro con Dios. Un “lugar” desde el que nuestro Señor pueda acoger, comprender, escuchar y atender a cuantos vengan.

Él será en mí para ti la fuerza del don sin reservas, del perdón permanente, de la comprensión y de la ternura, de la exigencia y de la fidelidad. Él será en mí todo para ti y en ti todo para mí. El será cada día en mí una nueva oportunidad para ti, porque Él en mí siempre cree en ti y te espera y te ama.

Y los dos lo seremos para nuestros hijos y nuestro hogar lo será para todos.