El miércoles de Ceniza comenzó la Cuaresma. Para los católicos, éste es un tiempo de preparación para la Pascua. Es un tiempo especial que marca la Iglesia para cambiar y ser mejores, y así vivir más cerca de Cristo. Uno de los medios concretos que la Iglesia propone para esto es la limosna (además del ayuno y la oración). Y en este post quería comentar brevemente sobre ella.
¿Cuántas veces nos encontramos en la calle con gente que nos pide dinero? Muchas. Y en ese momento se nos vienen a la mente un sinúmero de teorías: los chicos están mandados por los padres que después gastan el dinero en bebida por ejemplo, o que en realidad, calculando lo que piden en los semáfaforos y los cambios de luces que hay en éste, ganan bastante bien. Finalmente decidimos no darles nada con la conciencia tranquila por haber evitado, en realidad, un daño.
Todas esas teorías pueden ser ciertas. Pero también hay razones para dar. También es cierto que hay gente que pide para poder comer algo ese día y quizá nosotros se lo estemos negando. O para mantener a sus hijos. O para ayudar con lo poco que llevan los padres a la familia.
Recién termino de leer este artículo del padre Carlos Skertchly. Los cristianos, más allá de las razones que nombré antes para sí dar, tenemos una razón mucho más fuerte y poderosa. El Evangelio de hace unos días nos decía (Mateo 25, 35 en adelante):
[…] Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: “Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver”. Los justos le responderán: “Señor, ¿cuándo te vimos habriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?”. Y el Rey les responderá: “Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo”.
Desde la fe sabemos claramente quiénes son esas personas que pasan junto a nosotros y nos piden: Cristo mismo. Skertchly termina su artículo preguntándose cuándo debemos dar limosna:
¿Cuándo darla? ¿a quiénes darla? No te preocupes demasiado. Te lo dirá el corazón cuando en aquel niño malvestido y sucio de la cara, o en aquella ancianita de mirada dulce puedas ver el rostro de Cristo que te dice: “Tengo sed. Dame de beber…”