Todos queremos ser felices, ¿o no? Pero ¿como llegar a la felicidad? Esta es una cuestión que se vienen preguntando los filósofos más antiguos, y las religiones más viejas.
Hoy estaba leyendo el evangelio diario, y me encontré con las bienaventuranzas:
Felices los que tienen el espíritu del pobre, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Felices los que lloran, porque recibirán consuelo.
Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.
Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
Felices los compasivos, porque obtendrán misericordia.
Felices los de corazón limpio, porque verán a Dios.
Felices los que trabajan por la paz, porque serán reconocidos como hijos de Dios.
Felices los que son perseguidos por causa del bien, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Felices ustedes, cuando por causa mía los insulten, los persigan y les levanten toda clase de calumnias.Alégrense y muéstrense contentos, porque será grande la recompensa que recibirán en el cielo. (Mateo 5, 1-12)
Parece que las escribió un loco. En la sociedad actual, el camino propuesto para llegar a la felicidad es ancho, está muy bien adornado y todo es muy fácil. Pero Jesús nos dice todo lo contrario: felices los mansos, los de espíritu de pobre, felices lo que lloran, los que son perseguidos por el bien… Que criterios distintos. Quizá por eso tanta gente no cree… porque está tan bombardeada por la publicidad y los medios sobre un camino falso a la felicidad que hacen ver al mensaje de Jesús como un disparate, una chifladura.