Entre las excelentes historias de Among O. Henry, una de las mejores es “El regalo de los magos”. Es un cuento sobre una joven pareja (James Dillingham Young y su esposa Della) que apenas tienen para sobrevivir con lo que gana James. Viven en un pequeño apartamento en la ciudad, y a duras penas les alcanza el presupuesto, pero son felices.
Cuando se acerca el invierno, cada uno busca el modo de conseguir dinero, pues en su corazón ha decidido ofrecerle al otro el mejor regalo de Navidad. La posesión más valiosa de James era el reloj de bolsillo de oro, que había heredado de su padre. Della piensa que el mejor regalo que puede ofrecerle es una cadenilla para su reloj. Viendo que el precio de la cadenilla era muy superior a sus posibilidades, Della optó por vender su largo y hermoso cabello oscuro.
James tenía sus propios planes. Después de recorrer la ciudad, finalmente encontró el regalo perfecto para su querida esposa: un juego de peines de concha de tortuga para su hermoso cabello. Viendo que no le alcanzaba el dinero que tenía, optó por vender -ya se adivina- su reloj de bolsillo para comprar los peines.
El amor es así. Ridículo. Ilógico. Tonto. Pero ¿qué es la vida si falta el amor? ¿Qué clase de significado se podría dar a una vida sin amor? El amor es una realidad difícil de conceptualizar, un misterio que no admite explicaciones fáciles. Hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios, y Dios es amor. Sin amor nos convertimos en monstruos de la naturaleza; nos volvemos un enigma para nosotros mismos. Jesucristo ya había advertido que hay más felicidad en dar que en recibir, y así es. La felicidad se encuentra en el olvido de sí y en la donación a los demás.
Esto nos lleva a una importante conclusión, que hace estremecer a la mentalidad contemporánea: ¡la felicidad y el sufrimiento no son dos polos contrapuestos! Los publicistas se han afanado por hacernos creer que la solución para la infelicidad es la eliminación del dolor: «tómate una pastilla», «tómate unas vacaciones», «tómate un trago». Enredados en esta mentalidad, difícilmente podremos comprender la lógica del amor. El amor no rehuye el sufrimiento. El misterio del amor es un misterio de sacrificio, de abnegación, de olvido de sí en favor del otro. Por eso la cultura de los “algodones” y del “sentirse bien” es incapaz de ofrecer felicidad, porque nos incapacita para amar. Y nos incapacita para amar porque nos incapacita para olvidarnos a nosotros mismos.
Autor: Thomas Williams