Muchas personas, por ejemplo, sucumben con facilidad al deseo de descansar sólo un poquito más. Les cuesta una enormidad levantarse de la cama o de su sillón, dejar de ver la televisión para ponerse a estudiar, comenzar una conversación o terminarla, o lo que sea: todo les resulta costoso, sufren una barbaridad ante cualquier detalle que exija un vencimiento, aunque sea pequeño.
Se podrían poner otros muchos ejemplos, como el del tímido que va dejando pasar ocasiones de hablar, pese a darse cuenta de que debería hacerlo; o el que mantiene actitudes individualistas o insolidarias pese a advertir que sus pequeñas ventajas egoístas le amargan y le aíslan de los demás; etc.
Es preciso hablarse a uno mismo con sinceridad. Si es frecuente que ante esos pequeños vencimientos personales se desate en nuestro interior una larga y tormentosa batalla, quizá la autocompasión ocupa demasiado espacio en nuestra vida, y somos poco dueños de nosotros mismos.
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Unas veces, la solución será actuar sobre las causas de aquello que nos está afectando negativamente. Otras, esto no será posible, y tendremos que esforzarnos por cambiar nuestra respuesta sentimental ante cosas inevitables que nos suceden. Como señalaba aquella vieja sentencia, hemos de tener valentía para cambiar lo que se puede cambiar, serenidad para aceptar lo que no se puede cambiar, y sabiduría para distinguir lo uno de lo otro.
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…Cada hombre debe adquirir el dominio de sí mismo, imponiéndose la regla de la razón, y ése es el camino de lo que Aristóteles empezó a llamar virtud: la alegría y la felicidad vendrán como fruto de una vida conforme a la virtud.Aristóteles comparaba al hombre arrastrado por la pasión con el que está dormido, loco o embriagado: son estados que indican debilidad, no saber controlar unas fuerzas que se apoderan del individuo y que son extrañas a él.
Hay sentimientos que disminuyen nuestra libertad y sentimientos que la refuerzan.
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Sucede entonces que nuestro deseo de buscar el bien pone límites a los demás deseos. Y así entran en escena toda una serie de normas éticas que deben regular nuestros deseos.…
En nuestro interior hay sentimientos que nos empujan a obrar bien, y, junto a ellos, pululan también otros que son como insectos infecciosos que amenazan nuestra vida moral. Por eso debemos procurar modelar nuestros sentimientos para que nos ayuden lo más posible a sentirnos bien con aquello que nos ayuda a construir una vida personal armónica, plena, lograda; y a sentirnos mal en caso contrario. Porque, como ha señalado Ricardo Yepes, podría decirse queLa ética es la ciencia que nos enseña
–entre otras cosas–
a sentir óptimamente.
Y, vista así, se convierte
en algo quizá mucho más interesante
de lo que pensábamos.
Excelente texto para aprender a manejar y usar convenientemente nuestros sentimientos. Estaba en la sección Conócete a tí mismo. Un texto de Alfonso Aguiló.
Les dejaría el link, pero lamentablemente hace unos meses, Catholic.net sufrió una gran pérdida de datos en sus servidores, debido a una irresponsabilidad de la empresa de hosting (que por contrato debía hacer backups cada cierto tiempo, obligación que hace 3 años no cumplían). Se perdieron 7 años de trabajo…